Menos sal es igual a más bienestar. Debemos autoimponernos el ahorro en sal de forma inexcusable para evitar males futuros. La mayoría de la gente consume de 9 a 12 gramos de sal por día, lo que supone superar en dos veces la ingesta recomendada. La sal está cada vez más presente en nuestra alimentación y no se trata solo de esas dos pizcas que le podemos echar a la ensalada.
La gran cantidad de alimentos elaborados ha modificado nuestros hábitos a la hora de comer, provocando que el consumo de sal haya aumentado en los últimos años. La sal propicia el aporte principal de sodio a nuestro cuerpo. El sodio es un nutriente esencial, pero su elevado consumo constituye un peligro para nuestra salud, ya que contribuye a la hipertensión arterial, que, a su vez, incrementa el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.
HÁBITOS PARA REDUCIR EL CONSUMO DE SAL
No queda más remedio que hacerse a la idea e introducir hábitos en nuestra conducta alimentaria para ahorrar en sal. Se puede empezar por la ensalada. Es verdad que está mucho más gustosa con dos pizcas de sal, pero todo es acostumbrarse. Lo podemos hacer de forma drástica eliminando totalmente la sal o, poco a poco, para que nuestras papilas gustativas acepten el cambio. Al cabo de un tiempo, habremos asimilado el hábito de no echarle sal a la ensalada y no pasa nada. Menos sal es igual a más bienestar.
Lo mismo con esas tostadas del desayuno tan ricas con aceite y sal. Hay que acostumbrarse a eliminar la sal y la tostada sigue estando muy buena solo con un poco de aceite. O esa bolsa de patatas a media tarde cuando el estomago empieza a pedir atención después de un duro día. El hábito en este caso puede ser, por ejemplo, cambiar manzana por patata. De esta forma, estaremos matando dos pájaros de un tiro. De una parte, eliminamos un producto con alto contenido en sodio, y, por otro lado, aumentamos el aporte de potasio a través de la fruta, que contribuye a bajar la tensión arterial.
Son solo algunos pequeños gestos para reducir el consumo de sal. Se puede hacer mucho más, por ejemplo, utilizar menos sal a la hora de la preparación de los alimentos en casa, o no pedir el salero cuando vamos con los amigos de tapeo. Hay multitud de gestos diarios que podemos corregir para tener un consumo de sal responsable. Está en juego nuestro bienestar.