¿Y si desconectamos un poco? Las nuevas tecnologías nos han invadido. Cada vez ocupan más parte de nuestro tiempo. Para algunas personas, incluso, se han convertido en adicción. Está muy bien tener todo a un clic, pero quizás estamos convirtiendo la facilidad de comunicación en una obsesión. Hay que estar permanentemente en conexión, responder enseguida en las redes sociales, contar que maravilloso es nuestro viaje al pueblo de al lado. Las nuevas tecnologías han llegado para mejorar nuestro bienestar, no para alterarlo. Todavía estamos a tiempo de actuar.
La desconexión digital empieza a hacerse necesaria. Y no solo entre la gente joven, a la que se achaca que tiene todo el día el móvil en las manos. También los adultos hemos interiorizado ciertos comportamientos que ya vemos como normales. De hecho, en cualquier reunión de amig@s es raro que no haya alguien que comparta algún contenido. Y, a partir de ahí, se abre la veda. En este sentido, hemos de introducir un primer hábito: nada de móvil durante un período en las reuniones. Por ejemplo, mientras estamos comiendo. Una acción que es mucho más habitual en los hogares. Ahora, toca desconectar también cuando salimos. Se entiende que si salimos es para quedar con alguien y conversar, no para competir por ver quién tiene el contenido más divertido en su móvil.
HÁBITOS PARA DESCONECTAR
Ciertamente, es complicado adoptar medidas para evitar estar en conexión permanente. Pero, debemos poner de nuestra parte. Poco a poco podemos ir introduciendo algún pequeño hábito en este sentido. Por ejemplo, nada de dispositivos móviles una hora antes de acostarse. A la cama se va con la pareja o con un libro, nunca con un aparato que nos distrae para conciliar el sueño.
Otro hábito efectivo es no descargarse todas las aplicaciones en el móvil. Solo las estrictamente necesarias. Por ejemplo, podemos dejar el correo electrónico y alguna red social solo para cuando nos sentamos delante del ordenador. De esta manera, evitamos el efecto enganche que supone cada notificación que recibimos en el teléfono. Es cuestión de ir probando acciones con las que nos sintamos cómod@s y, al mismo tiempo, nos permitan ganar cierto grado de independencia con respecto a la invasión digital.
Mucho más difícil lo tienen aquellas personas que necesitan del entorno digital para desarrollar su profesión, bien porque son autónomos o porque su cargo les “obliga” a estar siempre pendientes de todo. En estos casos, lo mejor es fijarse franjas horarias. Para atender el correo electrónico podemos hacerlo a última hora de la mañana, una vez resueltos los asuntos importantes del día. En el caso de las redes sociales, hay que imponerse alguna norma como no atenderlas entre las dos y las cuatro, o partir de las ocho de la tarde. Es difícil, pero no imposible. El primer paso es querer.
NO PASA NADA POR NO ESTAR EN CONEXIÓN PERMANENTE
Cada vez más gente empieza a disfrutar de la desconexión digital y del bienestar que produce. No pasa nada por no contestar de forma inmediata. Además, la mayoría de las veces las cuestiones que requieren nuestro atención son secundarias. Y, si hay algún tema importante que resolver, una llamada telefónica es mucha más rápida y efectiva. Por si fuera poco, hoy en día, la mayoría de tarifas ofrecen llamadas ilimitadas.
De cada persona depende dar pasos hacía una cierta desconexión digital. Las nuevas tecnologías han llegado para mejorar nuestro bienestar. No es preciso tomar medidas drásticas en un primer estadio, pero algo hay que hacer en este sentido. De hecho, ya existen lugares para descansar que ofrecen cero cobertura a sus clientes. Las personas que lo han probado se han dado cuenta que no pasa nada por no estar conectadas durante un día o un fin de semana. Más bien al contrario. La desconexión permite saborear mejor los pequeños placeres de la vida. Uno de ellos es hablar con nuestros semejantes y prestarles atención. ¿Por qué no lo ponemos en práctica?